viernes, 4 de octubre de 2013

Destino y libre albedrío


El Destino es una idea que acostumbra a causar rechazo en la mente occidental debido a la noción de libre albedrío que nos legó uno de los libros que más han influenciado nuestra cultura: la Biblia. ¡Qué amable fue Dios al permitirnos vivir en un mundo con violaciones a diario, infanticidios y demás actos dolorosos!

Hace años que lucho para encontrar un acercamiento entre dos conceptos que, aunque parezcan antagónicos, creo que se pueden complementar. Una frase que uso a menudo en diferentes conversaciones que mantengo sobre el tema es: “El libro del destino existe pero, gracias a los dioses, los humanos no tenemos acceso a él.” Esto nos proporciona la capacidad de equivocarnos y sentir que nuestras acciones son completamente libres.



La autosugestión de que el destino existe permite no acusar a nadie de las acciones que nos causan dolor, así como permite aceptar errores propios que han causado dolor a nuestro alrededor. La ignorancia sobre lo que nos depara el futuro es un gran don que nos permite aprender día a día de los errores- siempre que nos mantengamos alerta y conscientes.

El cerebro humano nos permite imaginar mundos utópicos perfectos como el que imaginaron los escribas de la Biblia para los ángeles antes de que a Dios se le ocurriera la maravillosa idea de hacer la creación. Veo la “creación” como un escape de caos o vibración dentro del vacío que tiende asimismo al vacío. Es posible que en otras dimensiones superiores del árbol sefirótico, los sujetos que las habitan –de existir estos sujetos o estas dimensiones- , tengan menos opciones de “equivocarse”.

Al pensar en causa-efecto, todo lo ocurrido hasta el presente desde que al primer átomo le dio por reventar me parece una concatenación de eventos sin mucho espacio a la casualidad. El hecho que no podamos valorar la posición de todas las moléculas del universo en un momento dado no significa que tengan opción de ocupar un lugar distinto del que ocupan.



El universo es un crisol perfecto donde la energía almacenada tiende en un latido rítmico hacia el orden o en otro hacia la entropía. Todo me parece sincronizado en ese ritmo. Pienso que todo en el universo se mueve por el amor al placer o el miedo al dolor. Hay entidades conscientes con más sabiduría y otras con menos, donde las más sabias viven con menos miedo y por ende se mueven más libremente. Por libremente entiendo que es más difícil prever sus movimientos, no que sean más autónomas.

Hace más de quince años que leo los arcanos del Tarot, diez las Runas vikingas, cinco el I ching y el zodíaco babilonio, y sigo pensando que estos instrumentos no fueron pensados para predecir el futuro sino el presente. Como instrumentos para explicarnos, en un momento sincrónico, elementos que en nuestra limitada visión subjetiva pasamos por alto los veo muy útiles. Como instrumentos para leer el futuro los veo fantasiosos. El libro del destino no puede leerse por ojos humanos, por eso recorremos los caminos del error hacia la perfección.

La vida es un proceso natural de replicación de secuencias moleculares que permiten crear estructuras a partir de materia inorgánica y mejorarlas a partir de errores en la transmisión de la información a las nuevas generaciones. Es un sistema natural del universo que permite la evolución de la materia inorgánica a través de distintos estados y uniones de elementos hacia la vida social y cognitiva. Y a saber a qué estados “espirituales” más allá de la vida cognitiva tal y como la conocemos hoy en día.



Isaac Asimov, ese gran escritor y matemático, ideó en sus novelas de ciencia ficción la Matemática Histórica, un método estadístico fiable de predicción del futuro que permitía, a los sabios de los gobiernos en la sombra, tomar las decisiones acertadas delante de los movimientos sociales. Hoy en día existen multitud de estudios sociológicos que, como si de una nueva ciencia del futuro se tratara, intentan prever hacia donde estamos avanzando exactamente.

Puedo imaginarme a un grupo de malvados Iluminati reunidos en círculo, con sus túnicas negras, en una oscura cueva a saber donde, adorando una pantalla de ordenador en forma de pirámide llena de datos intentando pensar como mantener su imperio de poder en el futuro. Pero sólo es una imagen graciosa que no lleva a nada puesto que una de las gracias del futuro es que es completamente indeterminado para los humanos. Nunca podremos conocer todas las incógnitas de las ecuaciones de las nuevas matemáticas históricas. Eso no significa que el futuro no esté determinado, pero jamás podremos leerlo con precisión. El día que lo hagamos ya no seremos humanos sino una nueva especie.

Esa imprecisión del conocimiento del futuro es lo que nos lleva al supuesto libre albedrío. Pensamos que el futuro no está determinado sólo porque es imposible para nosotros determinarlo y ello nos lleva a la posibilidad de “elegir” caminos y equivocarnos. Pero incluso así ese futuro está determinado. El libre albedrío es una ficción, al igual que el ego. ¿Si el ego no existe quién elige las opciones? A saber. Todo es una ilusión, el ego, nosotros, el universo… ¿Pero si todo es una ilusión porque nos duele tanto las cosas que nos dañan? Porque al igual que en los sueños recibimos dolor que al despertar olvidamos, en nuestra vida pasa lo mismo.

Todo lo que he escrito hasta ahora no es la verdad, ni siquiera es mi verdad, sino una verdad autosugestionada que me permite avanzar feliz por la vida desde hace unos años. Si te sirve úsala, sino deséchala sin juzgar al escriba, ya que no quiere convencerte de nada. Recibe un cordial abrazo caminante, que el agua fresca de mi cantimplora sacie parte de tu sed para que prosigas tu camino hacia el futuro.

Daegorth


ATTE: TITANIA