martes, 28 de mayo de 2013

EN BUSCA DEL REENCUENTRO CON LA LUZ


"Cada pequeño momento de felicidad tendrás que devolverlo con dolor". Esta frase que puede haber sido dicha por cualquiera de nuestros antepasados resume una de las perversiones del cristianismo. Aunque quizá nos esforcemos por rechazar semejante premisa es algo que ha sido sembrado en nuestra cultura y que ha enraizado en las profundidades de nuestro subconsciente. Podemos identificar aquí uno de los axiomas del cristianismo. Este es un mundo de sufrimiento y sólo con dolor, penitencia o sacrificio podremos hacer méritos para salvarnos y ser admitidos en el Cielo junto al dios Padre patriarcal.

Nos gustaría huir del dolor pero las religiones patriarcales nos apartan del gozo y nos conducen por la ruta del temor. Temor de dios, temor del placer, temor de la felicidad ... Si en este mundo sufrimos será porque dios lo quiere así. Dios está de acuerdo con que suframos. Y precisamente dios se nos muestra sufriendo: azotado, humillado, crucificado y sangrando.

El dolor purifica. Y bajo este axioma se han cometido grandes crímenes religiosos y se ha sometido mentalmente a grandes masas humanas. Además la sexualidad ha sido asociada al pecado y por ello sospechosa de alianza con el Diablo y de apartarnos de la pureza de dios. Estas ideas están muy extendidas en un gran sector de los creyentes en diferentes líneas religiosas y espirituales. Dios nos condenó a sufrir tras expulsarnos del Paraíso porque habíamos cometido una grave falta, que nadie sabe muy bien que fue. Comer la famosa manzana del Paraíso puede ser asociado con el comienzo del sexo o con el inicio del conocimiento. En cualquier caso la maligna doctrina de las religiones patriarcales parece condenar y reprimir ambas cosas, como bien ha sido manifiesto en la historia.

Es muy posible que Jesús nunca haya sido cristiano y que seguramente el Jesús real no tuvo nada que ver con el Jesús que conocemos a través de la religión. Ni su sacrificio simboliza lo que nos han dicho, ni el ritual de la misa es lo que parece, ni él fundó religión alguna que semeje lo que asumimos como religión cristiana. Todo es un montaje posterior de los que inventaron el cristianismo. El nunca habló de cristianismo. El nunca fue cristiano ni fundó ninguna Iglesia. Como mucho dijo ser el Hijo del Hombre, pero nada más.

Los Evangelios son manuscritos de propaganda religiosa escritos siglos después de que Jesús muriera y dicen lo que la Iglesia quiere que digan. Son textos escogidos por puro interés. No representan la verdadera vida de quien dicen sino un fragmento distorsionado y tendenciosamente interpretado.

Todo lo que de bueno tiene el llamado cristianismo queda distorsionado por la premisa del dolor y de la represión, la censura o el pecado. Frente a esta filosofía que ha dominado nuestra sociedad durante milenios podemos recuperar la profunda filosofía de la Diosa (la Fuerza fundacional y principal del Universo) que nos abre las puertas al gozo, la alegría y la reconexión con la materia.

El dios patriarcal se halla en un alejado y privilegiado lugar denominado Cielo o Paraíso (según los credos). Así la tierra es un escenario de sufrimiento y dolor desde nuestra expulsión y condena por el pecado. Sólo siguiendo al dios patriarcal nos podremos salvar. Sin embargo todo esto no es sino un montaje ideológico para someter al ser humano.

Nos han contado algunos relatos para avalar esta ideología religiosa, pero estos relatos no son sino estudiadas invenciones que pretenden convencernos como se hace con los niños mediante engaños y pueriles fábulas. La plástica mente humana puede ser moldeada y así manipulada.

La antigua religión de la Diosa nos ofrece otra visión, una visión que aunque a veces alterada y durante milenios perdida es una visión eterna que renovada debemos y podemos recuperar.

Frente a los conceptos de culpa, pecado o dolor la antigua religión matriarcal o serpentina representa los principios de unión, éxtasis, despertar ... No precisamos ser perdonados para ir al cielo sino renovarnos para que el cielo sea uno con la tierra. Dentro de la tierra está el cielo y nosotros hemos abandonado el cielo engañados y debemos regresar a él, que se halla brillando dentro de nosotros. Por eso Jesús intentó recordarnos infructuosamente que el cielo está aquí aunque no lo veamos y que en verdad somos dioses. Quiso decir que la luz divina que otros nos quieren vender a cambio de nuestra credulidad y obediencia está en realidad en nuestro interior. Así que ¿como nos la pretenden vender si ya nos pertenece? El viaje de descubrimiento es hacia dentro. Allí nos aguarda la Diosa Madre. No hay que ir al cielo donde reina un dios patriarcal rodeado de coros y jerarquías angelicales y multitud de devotos.

El cielo luminoso que oculto se halla abriendo una puerta que hay secreta en nuestro interior es de una naturaleza que nunca nos ha descrito ninguno de los sacerdotes o clérigos seguidores de la divinidad patriarcal.

Kababelan

http://www.geocities.ws/kababelans/index-2.html

ATTE: TITANIA

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